jueves, julio 07, 2005

¡¡No hay papel en la impresora!!

Recuerdo a una compañera de trabajo, de esta misma oficina, cuyo grito de guerra era éste. Podíamos estar corriendo como ratas frenéticas a las 11 de la noche de un miércoles cualquiera para preparar la entrega del jueves a las 9 AM, y ella se sentaba sobre las manitas y nos observaba trabajar a los demás. "¿Qué pasó, Cactus? ¿Por qué no avanzas?" "Es que no puedo imprimir... porque no hay papel en la impresora". Acto seguido, alguno de nosotros le decía, "¡Pues pónlo!" Si nadie se daba cuenta, podía durar 20 minutos en la idiota absoluta, sin hacer nada.

Por supuesto, se transformó en la broma recurrente en clave: "No hay papel en la impresora" es la forma secreta de decir que el agua ya nos llegó a los aparejos, que no tenemos para dónde hacernos, que la situación es desesperada. Y seguimos caminando, no importa, pero igual así rompemos tensión, porque siempre nos saca una carcajada correr con cara de pánico gritando una frase tan terriblemente estúpida (tal cual)

Pues hoy no hay papel en la impresora. Mi equipo de trabajo (una coordinadora, una ejecutiva de cuenta, una diseñadora que súbitamente ha desaparecido, un becario ascendido a encargado de logística, dos becarios de captura y yo) constituimos TODA nuestra área. Arriba está el Olimpo, las jefas, una de las cuales (la nuestra, por cierto) ha caído en desgracia. Esa es toda mi área, toda mi empresa. Llevamos 10 cuentas, próximamente entrarán 3 (me refiero a la próxima semana) y dos de ellas requieren a tanta gente como puedan absorber.

Hoy no está ni mi coordinadora, ni mi logístico: andan en sesión. En la última semana, los tres hemos estado fuera todo el día, sesión tras sesión tras sesión... En los últimos días hemos asistido a una crisis nerviosa tras otra... Justo antes de empezar a moderar una sesión, hace una semana, entré en un ataque de pánico entre ridículo y vergonzoso del que me sacó mi coordinadora. El logístico anda de pésimo humor, cuando normalmente es el niño más amable del planeta. Mi coordinadora trae a las jefas y a sus pollos encima, y no halla que hacer con todos. La diseñadora no aparece y temo que se haya fugado. Los becaritos no tienen nada que hacer. Yo tengo tanto que hacer que ya me apendejé irremediablemente. La ejecutiva de cuenta regresó de entre los muertos en vida y, gracias a cualquier dios, ahora es una persona y empieza a cuestionarse sus prioridades.

Me acabo de enterar también que la mujer que fuera mi mejor amiga, que recomendé para una revista en la que también metemos las lodosas manos y ese chiste de la recomendación (entre otras cosas confusas) terminó costándonos la amistad (caray, lo que no logra la adversidad simple lo logró este charco) se va en dos semanas, no sé por qué ni sé a dónde. La extraño desde hace tanto que ni siquiera puedo decir que la vaya a extrañar más, aunque creo que es cierto y es posible.

Yo lo único que quiero es hacer tres peticiones:
a. No volver a tratar nunca con un publicista de esos que se sienten tocados por el dedo de Dios (menos todavía si tienen complejo de Dieguito Maradonna)
b. Que mañana que despierte, este lugar haya desaparecido y pueda regresar tranquilamente a dormir a mi casa
c. No ser aquella a la que ele toca apagar la luz, barrer las serpentinas y limpiar las vomitadas de la peor fiesta en la que he estado, en la cual ya llevo más de un año...