martes, enero 17, 2006

Strikes.

Van dos. (tiendo a empezar mis redacciones con oraciones cortísimas, lo sé; es un vicio de estilo del que no he querido deshacerme porque sé que infartaría a más de tres buenas conciencias de la redacción). Hoy tuve el segundo strike en este fantástico intento por cambiar de giro. Me enteré también de que el proyecto aquél que me emocionó tanto a principios de diciembre siempre no ocurrirá (y Alá sabe por qué, Alá es siempre sabio y justo); conclusión: estoy teniendo la peor racha desde que estoy metida en esto.

El colmo es que mis hormonas me traicionan y acabo haciendo gala de “sensibilidad” frente a mi jefe (recontrafoc) cuando se repite frente a mis ojos la escena de la semana pasada. No me duele que me digan que no sirvo para lo que he estado haciendo los últimos dos años (sé que no sé y que aprendo sobre la marcha). Lo que me duele es haber dejado mi otra carrera por esto, ¿cómo le explicas a tu jefe que no te pega tanto el tener que reaprender las cosas como la nostalgia por una vida que no es?

Ayer por la noche sentí que podía empezar a construir más rápido, para aprovechar el impulso del momentum y desafanarme más pronto de todo (entrar a estudiar la maestría ya; así en 3 años y medio la tendría terminada y seguramente en 3 años ya tendría ahorrado lo del último semestre así que no importaría seguir aquí o salir corriendo). A partir de hace dos horas estoy parada de nuevo en arenas movedizas, y aunque aparece un departamento como posibilidad y el timing es perfecto entre eso y la maestría y... en este instante no sé si quiero durar.

Soy la piedra movediza que nunca mohó la cobija, en cuanto veo problemas sólo quiero correr, correr y no parar... Es lo único que heredé de mi abuela la admirabilísima: mi madre el carácter bondadoso, mi tía topo dice que ella heredó la independencia, otra tía la prudencia, otra tía la determinación...

Yo sólo quiero heredar sus frases más desesperadas: “Si yo fuera hombre, no me habrían visto ni el polvo” (yo no soy hombre, pero vivo en otro mundo, donde las reglas son distintas, donde a una mujer puede no vérsele el polvo) y “tengo ganas de echarme a correr y no parar”. Eso y tal vez la poesía (aunque cuando se sintió morir destruyó todo) y su afán por no salir en las fotografías (por eso soy fotógrafa, para no estar frente al lente).

Que otros te hereden las virtudes, Tita. Yo sólo puedo heredarte los defectos.