Salto Bungee
Ya. That's it. Tomar decisiones fuertes se parece tanto a saltar del bungee... estás al borde del vacío, con los tobillos amarrados. La adrenalina te recorrre el cuerpo. Sabes que vas a saltar, que todo está bajo control, que son sólo unos segundos de terror que eres capaz de sobrevivir por la increíble sensación de volar. Al final, la probabilidad de que te rompas la crisma es infinitesimal.
Respiras profundamente. El pánico hace presa de ti, pero te recompones suficiente como para enfrentar el vacío. Saltas, y gritas...
Vas bajando. De pronto, no tienes peso, es sólo flotar, flotar hacia abajo a una aceleración constante de 9.8 metros por segundo. La libertad máxima, absoluta. Pero en poco tiempo la caída libre se termina. La liga da un tirón tan fuerte que te regresa a la realidad, empieza el antinatural proceso de emprender la parábola de regreso: vas hacia arriba, hacia donde tu cuerpo no debería ir.
Nunca regresas al punto de inicio. Vuelves a bajar y a subir como un yoyo, cada vez por periodos más cortos. Finalmente, te quedas en un punto, de donde te izarán para estar otra vez en la plataforma. Esa plataforma, los que te rodeaban antes y te rodean después del salto, siguen siendo iguales. Tú no. Has cambiado.
El secreto del salto bungee es disfrutar el vuelo libre, soportar el tirón de la liga y hacerse inmune a los rebotes.
Yo no he saltado del bungee, pero hablo por experiencia.
Ayer, a las 6 de la tarde, renuncié a mi trabajo.
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