Miércoles, 4 pm.
Morir de aburrimiento y cruda en la oficina no es la onda. ¿A quién se le ocurre hacer fiestas el martes por la noche? Sólo a Sirena Sulamita, que nos abrió las puertas de su casa con la mayor alegría y felicidad, sin contar sabrosas botanitas y alcohol en cantidades poco menos que industriales.
Agh. Días laborables. La gran ventaja de que el jefe no se encuentre en la oficina, de no tener ningún maldito pendiente (por fin, ayer fue la última entrega del año... justo, tratándose de un 27 de diciembre). El puro gusto de ver cuánto mezcal con Clight me cabe en las venas. Saber a leguas que no importa si no llego a dormir a mi casa, porque mi cama no armará un drama si no me ve llegar, y estoy en territorio amigo.
Antes siquiera de empezar la fiesta, me siento en el comedor, pero la silla me traiciona: ¡paf! mi excelsa humanidad visitó el piso (sin pasar por México, como en el Turista). Las muñecas, ese maldito punto débil, tienen la intención de hacerme la noche pesada; bastará con el alcohol para hacerla de anestésico.
Perdí la cuenta después del sexto vaso de mezclight de sandía. Después lo siguieron el de tamarindo (delicioso) y el de fresa (la especialidad de la casa). Al mismo tiempo, el programa de variedades formado por dos amigos de la anfitriona (relatando sus historias y balconeando las ajenas, claro) hizo las delicias de la concurrencia. Intento hablar de música con un amigo que trabaja para la OSN, me platica que en el programa del próximo año está contemplada Dame Kiri Te Kanawa y que tal vez no haya presupuesto, ¿oíste a Vorovstovsky? Claro, increíble. Nos distraemos tres segundos. Se va (¿sabrá que me gusta?). Sigo bebiendo y riendo.
A las 3 de la mañana todo daba vueltas. No me puedo ir... Ese sillón es mío, nadie lo toque. Sirena Sulamita amablemente me consiguió un edredón y se retiró a sus aposentos.
A las 6 de la mañana, mi "astral" literalmente aterriza sobre mí: tengo calor, me duelen los hombros (no puede ser, esto sí sería la cruda que vino del infierno, hasta el cuerpo me duele...), recuerdo la caída previa a la fiesta y no levantar rápido la cabeza (eso produce las punzadas horribles de la cruda, al menos eso sospecho), y me tranquilizo. Los dos vasos de agua antes de dormir funcionan, vaya que sí... No creo poder decir lo mismo de mi hombro derecho. Shit. Y en la feliz borrachera olvidé que mi coche no circula hoy. Merde. Abandonado en casa de Sirena hasta las 10 pm de hoy.
Desperté en realidad a la hora que debería de haber entrado a trabajar. Hago como que limpio un poco. Cuando Sirena y su marido despiertan, salimos a desayunar al mercado más cercano algo proteinico, picante y grasoso (quesadillas y sopes, con jugo de mandarina). Regresamos, y mientras mi anfitriona recupera el glamour, su galán y yo vemos reencuentros fallidos de bandas viejas por la tele. Al final, me pongo una blusa de Sirena y me dan un aventón hasta la oficina (ventajas de trabajar cerca de la casa del susodicho galán, caray).
Y nada que hacer en la oficina. Tomar mucha agua, al fin que la cruda no fue tan megatónica como podría suponer la ingesta de anoche. Dejar que el tiempo pasé, tardar una hora en escribir un post. Intentar una fallida llamada telefónica (creo en las señales. Si no conecta, señal de que no debía conectar y punto). Decidir que a las 5.20 será la hora perfecta de salida, para ir a "cazar vacas".
Me largo. Posiblemente este es el último post del año... que bueno. No hay mejor idea que hablar de excesos y festejos y crudas de oficina para cerrar bien el 2005, y esperar que el 2006 traiga muchos más...