miércoles, julio 27, 2005

No tengo ganas.

No, deveras. De nada. Ni de escribir, ni de leer, ni de trabajar... Bueno, miento, de leer tengo muchísimas ganas; en los últimos días no he hecho otra cosa que leer y resolver crucigramas (ando leyendo en la red un montón de cosas sobre lectura, con el pretexto de un poryecto del trabajo pero en realidad sólo lo hago por entretenimiento, soñando con el momento en que me dedique a dar clases... que subversivo)
Desde que mis meses se miden en quincenas, las cosas se han vuelto... lentas. Esperar, trabajar, desear que por obra y gracia de la casualidad mi trabajo se haga solo (no tengo nada de ganas de hacerlo). Ponerme pantalones de mezclilla tres de los cinco días laborables, sólo para dejar en claro que me estoy tomando las cosas con más relajamiento del esperado.
Ya ni siquiera cargo con la cámara digital para tomar fotos tontas. Váyanse todos. Déjenme no hacer nada. Entregaré 2 documentos más... Después, pidos tiempo fuera, ya si no veo publicistas cretinos nunca jamás, mejor; será un valor agregado inesperado.
O, como dijo mo5 en su fotolog: cuando digo que voy a mandar todo a la chingada, lo hago. Yo estoy cerca, me desespera saber qué tan cerca y a la vez qué tan lejos... ¿se sentirá así ser corredor de fondo? ¿Estar cerca de la meta, pero sentir que ya no te responden las piernas y que no vas a llegar y que quieres botar todo a 50 metros del final? Espero resistir, como el otro día en la caminadora (ya no regresé al gimnasio)

viernes, julio 08, 2005

Los cañonazos de Don Porfirio.

Recuerdo que en tiempos de Don Porfirio, a los peeriodistas se les callaba con cañonazos de efectivo. Si no se estaban callados, entonces los silenciaban definitivamente.

Pues de Don Porfirio para acá, las cosas no han cambiado mucho. Y yo ni siquiera soy periodista... Pero conforme el área en donde trabajo se va vaciando y el agua empieza a cubrir la cubierta de la lancha, se buscan maneras de amarrar a los que ya estamos; yo es el segundo cañonazo que recibo en menos de dos meses. Todavía no le hablaba a mi familia del primer incremento, cuando ha llegado el segundo...

Ese mecate ya no sirve. Me incrementan el sueldo, me sorprendo, sonrío y pienso que será más fácil ahorrar para muy pronto, cuando me entren los impulsos kamikaze a todo lo que da... Si la vida consistiera en dinero, podría sentirme realizada; en este instante sufro de una alegría patética, casi pena ajena. Pero no rechazo ningún aumento; como dicen los jugadores de Big Brother: es por estrategia.

jueves, julio 07, 2005

¡¡No hay papel en la impresora!!

Recuerdo a una compañera de trabajo, de esta misma oficina, cuyo grito de guerra era éste. Podíamos estar corriendo como ratas frenéticas a las 11 de la noche de un miércoles cualquiera para preparar la entrega del jueves a las 9 AM, y ella se sentaba sobre las manitas y nos observaba trabajar a los demás. "¿Qué pasó, Cactus? ¿Por qué no avanzas?" "Es que no puedo imprimir... porque no hay papel en la impresora". Acto seguido, alguno de nosotros le decía, "¡Pues pónlo!" Si nadie se daba cuenta, podía durar 20 minutos en la idiota absoluta, sin hacer nada.

Por supuesto, se transformó en la broma recurrente en clave: "No hay papel en la impresora" es la forma secreta de decir que el agua ya nos llegó a los aparejos, que no tenemos para dónde hacernos, que la situación es desesperada. Y seguimos caminando, no importa, pero igual así rompemos tensión, porque siempre nos saca una carcajada correr con cara de pánico gritando una frase tan terriblemente estúpida (tal cual)

Pues hoy no hay papel en la impresora. Mi equipo de trabajo (una coordinadora, una ejecutiva de cuenta, una diseñadora que súbitamente ha desaparecido, un becario ascendido a encargado de logística, dos becarios de captura y yo) constituimos TODA nuestra área. Arriba está el Olimpo, las jefas, una de las cuales (la nuestra, por cierto) ha caído en desgracia. Esa es toda mi área, toda mi empresa. Llevamos 10 cuentas, próximamente entrarán 3 (me refiero a la próxima semana) y dos de ellas requieren a tanta gente como puedan absorber.

Hoy no está ni mi coordinadora, ni mi logístico: andan en sesión. En la última semana, los tres hemos estado fuera todo el día, sesión tras sesión tras sesión... En los últimos días hemos asistido a una crisis nerviosa tras otra... Justo antes de empezar a moderar una sesión, hace una semana, entré en un ataque de pánico entre ridículo y vergonzoso del que me sacó mi coordinadora. El logístico anda de pésimo humor, cuando normalmente es el niño más amable del planeta. Mi coordinadora trae a las jefas y a sus pollos encima, y no halla que hacer con todos. La diseñadora no aparece y temo que se haya fugado. Los becaritos no tienen nada que hacer. Yo tengo tanto que hacer que ya me apendejé irremediablemente. La ejecutiva de cuenta regresó de entre los muertos en vida y, gracias a cualquier dios, ahora es una persona y empieza a cuestionarse sus prioridades.

Me acabo de enterar también que la mujer que fuera mi mejor amiga, que recomendé para una revista en la que también metemos las lodosas manos y ese chiste de la recomendación (entre otras cosas confusas) terminó costándonos la amistad (caray, lo que no logra la adversidad simple lo logró este charco) se va en dos semanas, no sé por qué ni sé a dónde. La extraño desde hace tanto que ni siquiera puedo decir que la vaya a extrañar más, aunque creo que es cierto y es posible.

Yo lo único que quiero es hacer tres peticiones:
a. No volver a tratar nunca con un publicista de esos que se sienten tocados por el dedo de Dios (menos todavía si tienen complejo de Dieguito Maradonna)
b. Que mañana que despierte, este lugar haya desaparecido y pueda regresar tranquilamente a dormir a mi casa
c. No ser aquella a la que ele toca apagar la luz, barrer las serpentinas y limpiar las vomitadas de la peor fiesta en la que he estado, en la cual ya llevo más de un año...