La zanahoria
Todos tenemos una. Es aquella cosa que nos impulsa a seguir cuando todo va tan mal que lo único que queremos es suicidarnos, tirar la toalla, mandar al mundo al carajo o todas las anteriores. No es la "estrella" famosa de la que hablan los libros de superación personal: esa implica al menos un poco de pensamiento positivo... No, la zanahoria es en ocasiones irreal, en ocasiones una facha, en mi caso es una trivialidad, pero al menos es un modo de aferrarse a la cordura cuando nada marcha.
Hoy he necesitado la zanahoria con todas mis fuerzas. Madrid, me repito. Barcelona... París. Eres demasiado pobre ahorita, no quieres deberle a tus padres dinero por el resto de tu vida. Aguanta seis meses, un año más. Aguanta, aunque el tratamiento de la úlcera que se te está formando se chingue los ahorros que estás empezando para hacer ese viaje. Aguanta aunque el psicoanalista debería de decirte que es poco saludable el pinche ritmo de trabajo que llevas (de 8 de la mañana a 11 o 12 de la noche diario... eso si fueras al psicoanalista, como tus jefas que son ricas). Aguanta hasta el límite de lo imposible, aunque tu trabajo pierda cada vez más el sentido y tu le pierdas cada vez más el amor. Aguanta.
Es como un divorcio de mierda. Pero te quedas "por los hijos". Yo me quedo por el puto viaje que quiero emprender, para el que no tengo varo todavía. Aguanta. En un año te fugas y no vuelves a trabajar en una agencia en toda la vida, si quieres. Pero aguanta... Y así estoy. Un año trabajando en esto, con tres meses de idilio y tres meses de mierda, alternativos; el problema es que las malas temporadas son cada vez peores. Y yo aquí, a sabiendas de que saldré otra vez después de las 11 de la noche, mal comida, de malas, trabajando en el mismo documento que ya entregué tres veces...
Más vale que Europa valga la pena. Eso, o aventarse de la Tour Eiffel.