lunes, marzo 20, 2006

Metrorrey, NL. (diferido)

No fue por falta de cosas para platicar, sino por exceso de cansancio que ya no hablé más sobre Monterrey.

¿Qué hubo de extraordinario? Veamos... ya aprendí a usar el metrorrey, que tiene 2 líneas: la 1 (elevada) y la 2 (subterránea). Me topé con que a media cuadra del hotel quedaba la estación Fundadores (línea 2) y decidí aventurarme. Excelente idea; es más caro y más chiquito que el metro chilango pero mucho más barato que los taxis; además siempre he sido muy fan de la idea de meterme en un vagón con mucha gente para ir de un lado al otro... ¡aunque todavía no está tan lleno!

Así anduve, de la Macroplaza al parque Fundidora, del Marco al hotel y totalmente fascinada por la idea. En vez de boletitos de cartulina con banda magnética son tarjetas flexibles con un número definido de viajes (algo así como el legendario y antediluviano abono azulito) que cuando terminas se traga definitivamente el torniquete (deberían de ser recargables, como las del metrobús... uno se encariña con su tarjetita). Como no vendían tarjetas para 3 viajes, acabé trayéndome la mía de recuerdo con un viaje por hacer.

Creo que mi visita favorita siempre será el Marco. Ese museo de arte contemporáneo es la viva imagen de los museos que me gusta visitar: espacios amplios, muestras retadoras, suficiente área para exposiciones grandes... en cierta forma me recuerda al difunto Centro Cultural Arte Contemporáneo (en Campos Elíseos y Jorge Eliot, decía siempre la voz en los anuncios de tv) que fue el primer museo del que me enamoré.

La primera vez que fui al Marco, la muestra era de Rodolfo Morales (en lo personal me gustó mucho, me pareció una extraña mezcla de Chagall con Tamayo); ahora me topé con una selección de arte contemporáneo de la India que de pronto me trajo recuerdos de hace un año y meses, cuando estaba muy involucrada con la investigación del entorno visual en Asia (no pregunten... mis trabajos siempre han sido raros) y especialmente el de la India. No me limité a lo visual, estuve de metiche con su gastronomía (que es una de las mejores aventuras culinarias que he emprendido... soy fan del Dawat en Polanco, y antifan del Himalaya en la Condesa) y en algún momento tuvimos pláticas con recién inmigrados acerca del estilo de vida allá. La india es una de esas culturas inimaginables, deliciosas, contradictorias... no existe una India, son varias capas y retazos unidos entre sí por sólo Brahma sabe qué artes. ¡Todo eso recordé en Monterrey!

La exposición fue fascinante. Había muchas instalaciones, videos, algo de pintura. Como siempre con el arte contemporáneo, cosas que me parecían geniales y otras que no pasaban de curiosidades (nunca he tenido buen gusto ni tino, así que no diré qué cosas eran cuáles, jaja); las dos cosas que más me hicieron reír fueron instalaciones: una dedicada a MTV India, que dentro de un puesto callejero tenía videos de identidad del canal (la tiendita era sorprendente, confíen en lo que les digo), y la otra una carreta llena de “inventos” con un aire bien lúdico: un disco hipnótico, unos anteojos para contar ovejas, un baño portátil (el clásico “baño de microbusero” con la mejora integrada de un embudo); cada invento tenía su propio folleto explicativo...

Nota inútil: estoy en el avión, por primera vez me harté de estar en el pasillo y pedí ventana. Ahora tengo ganas de ir al baño, y acaban de servir la comida y el café... ¿cuánto tiempo se tardarán las dos señoras de al lado en tomarse el suyo? ¡¡¡Agh!! Por cierto, película en el avión: “Los míos, los tuyos y los nuestros”, con Renée Russo y Dennis Quaid. Verlos de pareja es casi antirromántico, qué bueno que es una sosa comedia familiar, y mejor aún tener 1744 canciones en el iTunes. Circe es un iPod un poco estorboso pero el único que me permite escribir mientras escucho, ja. Ah, y que bueno viajar de nuevo en un avión de adeveras: en lugar de bollo de carne humana molida, conchitos y pasta frola de frutilla con membrillo hubo ensalada verde, un extraño cuernito que no era cuernito pero sabía como si lo fuera, pay de queso con fresa y cafecito. Además, salimos a tiempo y no habrá escala... No vuelvo a intentar con pseudoaerolíneas, jaja.

Regresando al tema Monterrey: recibí una recomendación para comer que no quise dejar pasar. Ahí me tienen, el miércoles en la tarde, preocupada por cómo dar con el Pangea. Como buena naca estandar, no estoy acostumbrada a moverme en las zonas bonitas (bueh, en la Condesa medio me mezclo pero es más por antigüedad que por caché; estudié a 2 cuadras; eso me da oportunidad para pensar en mi “vejez”, porque hace 10 años que entré a la universidad, ¡uf!). Para mi desgracia salí sibarita (o al menos eso dice mi santamadre.com) y me encanta comer cosas buenas... eso representa una contradicción tremenda, porque meterme a un restaurante elegante es una tortura pero al mismo tiempo un gusto. Por ejemplo, para festejar mi salida de la universidad, mi santopadre.net decidió llevar a la familia Berri a comer a un lugar elegante (a él sí le encantan las maravillas del bloff y la buena sociedad). Cuando llegamos los 4, a todas luces mi hermano y yo desentonábamos con todo, desde la decoración hasta el comportamiento; rara vez he comido tan bien y me he sentido tan incómoda al mismo tiempo.

Con esto en mente, imaginen a bitter en un restaurante divino a mitad de la zona cara de Mty (allá sí hay varo, diría el Zanate fashion), para más luces sola y con sus mejores garras de trabajo (pantalón caqui, blusa presentable y saco inarrugable, con zapatenis de urbanita). Como llegué temprano, tuve suerte y casi no había nadie, así que tuve más oportunidad para sentirme a mis anchas. El capitán de meseros fue todo amabilidad, el lugar bonito, minimalista pero con maderas, beige y luz tenue (benditas mañas para transformar poco en cálido). Sí, sí... pero lo mejor, como pueden imaginar, fue la comida.

Ah, bendito alón. Te consta que no pude dejar pasar mucho más el agradecimiento: una crema de queso en hogaza de pan que no tuvo madre, y un salmón extraordinario, acompañado de espinacas y su rollito primavera. Por supuesto, para cerrar, un pastel de chocolate que se deshacía (literalmente) al acercarle la cuchara. ¡Uf! Debí haber pedido vino, lo sé... pero no me atreví. Salí del restaurante justo a tiempo, cuando ya se había llenado de gente bien y yo me empezaba a sentir cada vez mas fuera de lugar; en la puerta me topé con una de esas inesperadas y siempre bienvenidas lluvias torrenciales regiomontanas. Vaya noche. Por supuesto que ni siquiera intenté facturarle todo a mi empresa (me hubieran rebotado la factura por gasto excesivo) pero ellos amablemente pagaron el salmón y una bebida; yo puse el resto.

Ya que al día siguiente haya estado empotrada en un “avión” de Aviacsa 6 horas es otra historia, que ya les conté. Pero ahora sí, descaradamente: Monterrey me ha abierto los brazos de par en par, y yo me he dejado dar la bienvenida. No es mi intención emigrar hacia allá, pero ya puedo afirmar que no me molestaría, con todo y sus cambios de clima entre infernales y peculiares, sus pilotos de carreras y sus repentinos embotellamientos. ¿Quién lo hubiera dicho?

C’est tout. El miércoles por la mañana vuelo a Tuxtla, y ya les tendré más noticias de este desastre involuntariamente voluntario en el que se ha transformado mi vida; después, el viernes de regreso y espero, algo de tiempo en la ciudad para visitar a los amigos y sus proyectos.

PD: La última de mis excompañeras que quedaba en el Small Brother donde trabajaba antes hizo su fiesta de despedida ayer (viernes)... Lo cual quiere decir que ya se terminó otra era (como la extinción de los dinosaurios, la caída del muro de Berlín, la última fuga masiva en diciembre del 2004, etcétera). El único que queda de la avanzada de hace 5 años es el director de diseño (y las dos mujeres que se fueron y luego regresaron por propia voluntad y por lo tanto no tienen derecho de quejarse, ja)... La revolución devora a sus hijos, decían; esa empresa también. Creo que sí, se acabó estar al pendiente de qué hacen y qué dejan de hacer (mientras ya no se metan conmigo). Lástima que me enteré por terceras personas y no por ella, con lo sentidita que he descubierto que soy, y peor que no estuve allá para ir a la despedida, que seguro estuvo fantástica (porque deben haber ido todos los anteriores expulsados, tooooodos cuates míos). En fin.

PD 2: Es cumpleaños de mi abuelo hoy (18 de marzo) y le compré una botella de vino californiano de regalo. Me la dieron en una bolsa de regalo que tuvo a bien desfondarse justo cuando empezó la fila para abordar el avión... hubieran visto a la siempre macha bitter con los “ojos Remi” viendo el tinto derramado sobre el piso... mis compañeros de fila insistieron en que reclamara en la tienda de vinos en que lo compré (adentro del aeropuerto) y, thanks God, me lo repusieron sin costo (la niña de la tienda le llamó al dueño, y en vez de decirle que estaba yo al borde de las lágrimas me hizo aparecer como una loca furiosa; la amé por ello). Después de semejantes espectáculos, me volví una especie de “celebridad”, al menos 5 personas me hicieron comentarios sobre el vino y le desearon feliz cumpleaños 81 al abuelo: ¡vaya accidente feliz! Ahora abrazaré la botella hasta entregarla en manos del festejado, jaja.

4 Comentadas:

Blogger alonso ruvalcaba dijo...

Ser Cochinito ya implica
jincar pez "extraordinario",
comerle bien en Pangea,
hacer poemas de encargo,
que rimen con 'e-a' y traten
de gordas que dan madrazos,
de escapadas a hoteluchos
y acostones en los antros.

10:58 a.m.  
Blogger Vicadin dijo...

osea que en Monterrey tienen como la Metrocard, y aqui boletitos unitarios!?!?!?!
que corajee GRRRR
deberían de hacer una misma tarjeta metrobus-metro-pesero-tren ligero-ADO-tren suburbano.
no lo creen?



Después de una pequeña ausencia gracias a Blogger y a Benito Juárez ya porfín pude postear.gracias mil por su paciencia

7:50 p.m.  
Blogger Vicadin dijo...

me escuche como niña fresa que pena por el gracias mil que pena

7:55 p.m.  
Blogger Coppelia dijo...

Tres cochinitos: espero que eso de la desaparición sea un rumor o una pausa, tanto que nos divertimos con sus relatos (ahora resulta que los tres cochinitos cuentan cuentos, la caperucita se come al lobo y la bella durmiente se pasmó).

Vic: te va a dar más coraje si te enteras de que en efecto, las metrocards de los regios ADEMÁS sirven para su metrobus (que nunca vi)...

Abrazos (mil, we'! jajajaja)

6:13 p.m.  

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